Como no hablo con vos, hablo de vos conmigo. La charla toma matices intensos: enojo, frustración y ambivalencia.
Cuando las palabras cansan empiezo a terminar de armar el rompecabezas de nuestra historia con las fichas perdidas que nunca antes había querido encontrar. La escena parcial que me alcanzó por un tiempo toma otro sentido con el contexto completo y todo luce tan obvio y claro viendo a quién sumabas likes mientras buscabas una Magnolia para honrar el cumpleaños de mi mamá.
Con dos o tres ml de alcohol en sangre el cuentadías vuelve a 0 en un estúpido movimiento con el que me pongo otra vez en el mismo lugar. Y el ciclo de ansiedad se resetea mientras mi teléfono sigue sin las notificaciones que espero y me pregunto:
¿Ahora a quién le darás tus domingos y tus llegadas tarde a las obligaciones...? ¿Quién recibe las fotos random de tu rutina? ¿Con quién compartís los restos del día? ¿Quién es tu primera historia en Instagram?
Volví al principio del fin como tantas otras veces. Un día de contacto 0, sigamos contando...