miércoles, 26 de abril de 2023

Marketplace del amor

Después de nueve años construyendo, rompiendo, sufriendo y disfrutando de la vida en pareja volví a la singularidad. En un intento por recuperar algo de sentido sobre el contacto, me sumergí en la dimensión desconocida de las redes sociales.

Las dinámicas no dejan de sorprenderme y dudo que sumen calma a este estado mental de por sí confuso.

Este modo de vida expréss para llevar se traslada a otros ámbitos. A partir de estas interacciones con humanos mediadas por plataformas en teléfonos, en una semana es posible vivir todas las instancias del inicio y fin de un vínculo con una persona (que es más avatar que sujeto) para pasar a repetir el ciclo con otro/a.

Qué desconcertante para las paracaidistas recién llegadas..



La cosa es masomenos así aparentemente: en el uso, las apps para "conocer gente" terminan interactuando con las otras redes sociales en una metáfora de ir profundizando el tema.

Abrís Tinder, likeas hasta matchear. Entablás o no una charla. La charla pasa las diez o 20 líneas, la persona quiere ver tu vida, saber un poco más quién sos antes de verte en carne y hueso. Se suman en Instagram. Ahí viene el histeriqueo de las historias: si se megustea o se responde o se reacciona. Después de 2 días estás en WhatsApp. Hablás de las pavadas de la rutina, lo incorporaste a tu cotidiano, se "acompañan". Deciden verse, viene todo bien, te cae bien, hablan bastante.

Dos días después se conocen y desidealizan todo el invento que la imaginación creó donde no había giro 360 en la foto. Charlan, comparten, la pasan bien si tuviste suerte. Y ahí arranca el duelo. Lenta pero fugazmente esa interacción empieza a terminar. Si ayer hablaste con esa persona, por ejemplo del tapir, en una charla de WhatsApp y hoy te cruzás uno en la calle y le mandás un mensaje con una foto de ese suceso, seguramente te lo responda a las 5 horas para que no flashees. Y de a poco todo se va ubicando. La charla cotidiana se diluye y es reemplazada por nada o por algún intento de sexteo o -si el match es muy valiente- alguna propuesta de encuentro después de 15 días mínimo de pasado el primero. Y ahí vas stockeando el archivo más grande de contactos inútiles de la historia.

En todo, para lograr mínimamente esta historia de amor, pasan muchas cosas. Muchos bochornos (como si la otra fuera la recompensa) quedan en la nube. Recuerdo uno con el que estaba hablando las cosas básicas que pueden hablarse con un desconocido y la conversación fue a un callejón sin salida hablando de pizzas. Como buena guerrera, saqué los remos y profundicé en el tema. Pregunté qué pizza prefería (si a la pala, al molde o a la piedra), respondió que al molde y nada más, redoblé la apuesta del remo y deslicé: "bien, extremo". Inmediatamente la charla se desvaneció. Tiempo después, personas experimentadas me comentaron que eso pasa cuando "te sacan el match".

Hace tan poco tiempo que vivo de esta forma y han sucedido tantos desencuentros y ciclos vacíos y llenos de ansiedad que entiendo que no es la forma saludable de enfrentar la "soledad". La cuestión es que dudo todavía si todo esto se ha trasladado de las redes a otros ámbitos o realmente lo hemos instalado en la redes desde algún lugar en el que hacernos cargo de nuestra realidad y presencia es tremendamente agotador.