Y sí, un día la tierra bajo la alfombra se vuelve inocultable. Los recursos
se agotan y las viejas cuentas pendientes pasan la factura.
Meses mirando hacia otro lado hasta que el lugar de la evasión se
cubre de espejos que multiplican detalladamente las imperfecciones ignoradas.
Llega ese día en el que hay que tomar los verdaderos riesgos que
implican una decisión para hacerse cargo del rumbo de la vida más allá de lo
que el viento diga.
Plantar bandera, irse al mazo y barajar de nuevo: quizás el
último comodín no fue suficiente. Ustedes hagan sus apuestas, a mi táchenme la
doble.