lunes, 3 de febrero de 2014

Despacio, febrero.

Terminó la feria judicial. 
Llueve. 
La operadora de Radio-Taxi no responde. 
La diagonal colapsa otra vez, el micro se escurre en un semáforo traicionero. 
Diez minutos de espera y aparece el 23. 
El visor de la máquina chupa crédito me recuerda el aumento en la tarifa de la sección: “Saldo insuficiente”. 
El chofer me mira: -Qué pasó flaca? (primer piropo del día, pienso). –Me quedé sin saldo (puchereando) ¿Con monedas cuánto es?. –Pasá y escondete en el fondo. 
La primera buena acción del día del hombre inicia la rueda de bumerangs energéticos darmáticos.
El primer día hábil de febrero. Los supermercados anuncian la “Vuelta al cole” y reabren los kioscos que acorralan los edificios públicos.
El modo holiday se diluye con estas lloviznas pro frizz. 
Las promesas de goce se desgastan ante el peso de la rutina y la maldita costumbre aún más pesadumbrosa de subsistir con sonrisas a media asta.
Todo lo que en ese ya lejano enero parecía posible y real se desvanece a la par del contraste de la marca de la bikini en la piel bronceada.

El nuevo ciclo empieza en un mes. Esta bisagra hasta el otoño tamizará algún pedazo de lo que supo ser plenitud. Los semáforos anuncian la onda roja...