Hay situaciones felices que se presentan en las
circunstancias menos ideales pero más inesperadas. Detectar en la rutina ese
motor interior liberador de la risa es incluso más difícil que encontrar esa
FELICIDAD que prometen tantos anuncios publicitarios.
Correr la vista unos
grados al costado supone ampliar el horizonte de expectativa ante el futuro
eterno y prometedor que no es más que unicornio de cuentos que perseguimos en
vano.
Y un despiste involuntario protagoniza de repente las risas sinsentido al
aire que inician un nuevo ciclo de posibilidades.
La enseña de la semana: abrir los sentidos al todo
sin monopolizar la expectativa. Empezar a recordar cuando fue la última vez que
sonreímos en lugar de las últimas lágrimas. Conectar con la presencia, ya no
con la falta. No me preguntes de qué me río, reite conmigo.