La rutina tiene ese no se qué de antiexpectativa. Parece
que lo pájaros son los mismos y transitan el mismo camino. Que los árboles son
iguales a los de ayer y mañana estarán inmutables. Que el vecino jamás va a jubilarse y la heladería
de la esquina nunca se va a mudar.
Así transitan las mañanas, más o menos a las mismas
marcas del reloj los mismos colectivos que se van, los mismos autos que me
empapan cuando llueve, los mismos ciclistas por la diagonal, la misma torre de
la Catedral a la izquierda.
Hoy todo iba en los carriles de lo pseudo habitual:
llegaba tarde a la oficina, perdí un micro -o dos- entonces decidí caminar, y
ahí el transporte público me daba otra oportunidad. Indiqué mi destino y busqué
un soporte de dónde agarrarme. “Remembering you standing quiet in the rain as I ran tu your heart to be near and we kissed as the sky fell in holding you close..", retumbaba en mis oídos. Ya se aproximaba mi parada y, evitando la
curva de plaza, me anticipé a la puerta trasera del Mercedes Benz albirojo. Ya se
agazapaban otras personas que bajarían conmigo cuando, sentado en la hilera del
fondo, lo ví. Esos contrastes eran su marca registrada. Habían pasado ya tres
años de la última vez que habíamos compartido un poco de oxígeno.
La onda verde
falló y pasé los minutos más largos de los últimos tiempos. Yo lo había visto,
pero él ¿me habría divisado? Tenía sus clásicos lentes negros MDQ, CQC o algo
así. Traté de buscar otros destinos para mi mirada ante la duda de que
estuviéramos haciendo contacto visual. A los eternos siguientes segundos se
paró y se acercó a la puerta donde ya esperábamos siete personas. Lo miré al
centro de los lentes y él movió sus labios. Liberé mis oídos de los auriculares
y nos saludamos.
Repetí tontamente “todo bien?, yo bien, todo bien”. Bajamos de
la caja rectangular de los imprevistos y descubrió sus ojos enfrente mío.
-Seguís laburando ahí?
-Sí, vos seguís laburando allá?
-Sí...
-….
-Que tengas lindo día.
-Chau Lu, que estés bien.
Se puso los MDQ o CQC que llevaba en la mano, dio
media vuelta y caminó hacia 12. Yo me tapé los oídos con mis auriculares y fui
en sentido a 13. Él sin querer ver, yo sin querer escuchar. Ahí entendí todo: ¿Cómo
iba a funcionar bien un vínculo entre un ciego y un sordo?