¿Y
ahora? Terminó la excusa. El tiempo de las postergaciones justificadas es
pasado.
Soltar
esa etapa es cerrar demasiadas puertas a las que me ataba para subsistir en una
rutina incómoda pero conocida.
Volví
al pasado, las reminiscencias fueron materializadas en contactos lastimosos de
aquellos que no son mi vida hoy, como si vincularme otra vez con esas personas
me trajeran esos contextos que no eran más que recuerdos.
Cómo
deseo tenerla conmigo para festejar este logro profesional. Sería así, simple,
con esos detalles que la hacían feliz: jamón crudo, Coca-Cola, Toblerone y
Gitanes. Las ausencias se sobredimensionan en momentos como este. Pero las
presencias son increíblemente geniales, la felicidad y el apoyo de mi entorno
es impagable.
Es
hora. Terminar con los viejos hábitos, abrirse a la sana novedad, sentir la
plenitud del amor de una vez. Ya no mirar atrás.
La
transformación de los últimos meses fue sorprendente. Asimismo, hoy cai en la
cuenta de que no todo es tan diferente escenográficamente. Los lugares son los
mismos, quizás haya algunos nuevos. La distancia sigue presente, el olor a
jazmines platenses todavía es el mismo. Muchas personas se alejaron, otras están más
cerca y la novedad marca la diferencia.
Las
sensaciones variaron. Otro jueves de otro septiembre me colgaba en pensamientos
a través de tantos kilómetros que hoy también me separan (o me unen) aunque ya no por autopista.
Liberé el caos y el lastre. Los espacios vacíos por obra del éter se acomodaron
en plenitud.
La luz
del celular ya no es un apretón de dientes, sino una sonrisa amplificada cada
vez.