Hoy todo me afectó el doble. La sensibilidad brotaba por los poros. Gracias al cielo, el frío era la excusa perfecta de las lágrimas del vidrio de mis ojos.
Mi archivo de recuerdos estaba en mi conciente sin permeables.
Las caras me traían otras caras que me traían momentos que me traían sensaciones que me traían situaciones que me remitían a lugares que me hacían percibir olores que me producían sentimientos que me hacían seguir llorando.
El otoño está en todos sus aspectos. El increíble cuadro de sus efectos contrasta con los interiores que a menudo reflexionan concluyendo en el vacío y el incierto.
Queda la esperanza de que la constante primavera en la que suelo vivir vuelva a configurar mi mente para sonreir como ayer.