sábado, 1 de noviembre de 2025

Panóptico freudiano

Lo que para mí es paliar el silencio incómodo de un viaje en ascensor hasta el piso 5, para Lisandro es el inicio de la sesión. No terminamos de ponernos de acuerdo en que para mí la cosa empieza después de quitarme la cartera, acomodar los almohadones y sentarme en el diván; él insiste en que todo inicia mucho antes; y se vale de cualquier comentario de relleno que yo haga para tirar de un piolín.

Resulta que la última vez me adelanté, él tiró el comentario shampoo y yo le rematé con un trauma de la infancia y la conciencia de que la sesión ya había empezado; pero como no le gusta que le sigan la corriente esta vez no tiró de ese piolín. 

Pero, casualidad o estrategia suya, el piolín se estiró solo en los días siguientes y me quedé desenredando el ovillo del sentido de los zapatos en mi vida. 





Lejos de adentrarme en problemas deshonestos de la clase media, sintetizaré mi propia acción frente a este autoanálisis con el limpiar en sentido literal, metafórico y digital. Donar aquello que no ocupa espacio, frustración y acumulación, eliminar aquellas interacciones patológicas del presente y poner en valor lo real. Duelar una vez más a las múltiples Lucianas del pasado y a las posibles Lucianas a las que aspiré y todavía hoy no suceden para re-conocer a la extraña en la que me convertí en el intento de ser alguien ideal.

- ¿Y cuándo termina la sesión, Lisandro? 
- Cuando no estás más en mi campo visual, mientras hagas algo que yo vea, sigue.