No es la primera vez que hace una crítica manifiesta al modo en que los medios construyen realidades e imponen los temas a estar en boca de la opinión pública.
En medio de la polémica aparición de la crotoxina como la sustancia que aliviaría el cáncer, Carlos Sorín lanzaba en 1987 por el aire de ATC un documental al extremo verosímil sobre la irrupción en la escena pública de la “Biok2”.
La historia cuenta que un día, allá por la década del 60, la gente empezó a pedir en las farmacias una extraña sustancia que nadie tenía disponible. Pronto los medios hicieron eco de tal misterio generando una creciente expectativa en la población.
Nadie sabía bien de qué se trataba, pero todos tenían qué decir frente a las cámaras. Hasta que llegó el programé especial de la “BioK2” para sacar las dudas.
El equipo del emblemático Doctor Kurz (padre de la “BioK2”) explicó que la medicina provenía de la hipófisis del ñandú y prevenía el envejecimiento en un 50 por ciento.
El ñandú pasó a ser la estrella del zoológico, la presa fácil de secuestros y el Doctor Kurz una especie de Charly para sus ángeles. Las empresas multinacionales no tardaban en sacarle provecho al boom del ave pampeano.
Muchas fueron las estrategias vanas de los canales no exclusivos de “BioK2” por combatir este éxito.
A la distancia, se percibe que la forma en la que se hizo ceniza el fuego del ñandú denotó cierta exageración que inserta en la sucesión de actos fue una verosímil posibilidad: después de quince días de lluvia, un rayo partió al ave tabutizando mágicamente la cuestión. Pero la ironía no acabó, el baile Ula-Ula reemplazó al plumífero.
Hasta aquí, el relato es evidenciado con reconstrucciones y material de archivo de la época. Una voz en off guía el proceso narrativo mientras los hombres de ciencia contextualizan acerca de la medicina, las creencias y el fenómeno. Quizás la presencia de estos testimonios calificados sean de alguna manera un indicio de la realidad; ellos serán los que más tarde tengan ‘la razón’.
Cuando uno (simple televidente consumidor de información) cae en la cuenta de que el documental de Sorín no es más que una parodia, deduce que aquellas voces a las que tildábamos de escépticas eran las acertadas. Sonreímos de costado y pensamos silenciosamente que tranquilamente eso podría haber sido real, es más, hasta dudamos de su inexistencia.
Este proceso mental puede explicarse al notar cómo el realizador naturaliza el desencadenamiento de hechos que se producen a partir de la instalación de un tema en boca de los medios y sus consumidores. Actores políticos, famosos, vecinas de barrio, astrólogos; todos aplican su rol social a la temática del momento.
Varios aspectos de los hombres son resaltados: el deseo de vivir por siempre joven a costas de lo que sea, la creencia de que si aparece en la tele es real, el discurso médico cargado de soberbia, el sensacionalismo mediático y la industria cultural.
Que el inventor de la “Era del Ñandú” haya aceptado insertarlo en la programación de un canal público, respondería a la necesidad de darle al medio y a la gente un poco de su medicina. Tal vez un llamado de atención a la toma de conciencia a partir del recurso de la ironía. Posiblemente podría haber sido un punto de inflexión o una bisagra en el imaginario de la prensa.
Por suerte o desgracia, tal cosa no ocurrió. El cortometraje terminó como termina cualquier programa y a “otro tema”.
Si bien tal fenómeno jamás tuvo lugar en nuestra historia, deja constancia de una realidad que hoy en día sigue vigente: el poder de los medios y la crítica social acerca de qué es lo que se consume en materia mediática.
Veinte años después de su aparición pública su esencia sigue presente en la sociedad y el medio político, que cuando no le conviene que la teoría de la aguja hipodérmica funcione, plantea métodos panópticos para paliar tales efectos.
Facultad de Periodismo y Comunicación Social – UNLP
Análisis y Crítica de Medios
Crítica sobre el cortometraje “La era del Ñandú”
Jasa Luciana Guillermina –