Día raro si los hay.
Otra vez la lluvia de testigo.
Cada tanto el sol, cada tanto las nubes.
Hoy las cuatro estaciones: del calor al viento y del sol a las gotas en mi cara. Sucesivos encuentros con el pasado me hicieron reflexionar acerca de lo que soy en comparación con lo que alguna vez proyecté para esta etapa de mi vida. El protagonista resultó ser el margen de lo inesperado, jamás tenido en cuenta en los planes.
El primero me remontó a once años atrás, cuando cual Susanita, esperaba vivir en familia felizmente al lado de mis afectos. Nunca había pensado que lo que ocurrió sería mi destino. Hoy no soy quién me proyecté en aquellos años. Lejos de eso, esa niña de doce años se decepcionaría con lo que hice con lo que el azar dejó en sus manos, ahora mías.
Me he dedicado a otras cosas, a todo diría, excepto a eso que apostaba. Quizás a enmendar el caos de lo impredecible, a buscar luz en las sombras, a sonreir a pesar de la tristeza, a reafirmar mis elecciones cuando he querido lanzarlo todo.
Parecía todo más simple. A los 25 iba a ser profesional de cualquier cosa y me iba a casar, a los tres años de matrimonio iba a tener mi primer hijo.
La realidad demostró que nada es tan fácil. Puedo darte la profesión, Luciana, pero no puedo darte el matrimonio, no al menos uno que pueda resultar feliz; de ahí, descartados los hijos, no como los planeaste. Cerca de los afectos... algunos quedan, no todos los que hubiéramos querido. Quizás te convenza con otros nuevos sueños, dudo que te alcance, ya que a mi, aún no me llenan por completo.
Otra Luciana nos verá en una década, tal vez me decepcione a mi, y a vos más que yo este día. Quizás nos muestre otras cosas que hoy no contemplo y la conspiración cósmica me tenga reservada. Al menos hoy ya no construyo castillos en arenas movedizas, no creo que ningún suelo futuro sea tierra firme, más que el de hoy.