Estos últimos días creo haber estado más sensible a las percepciones de este tipo. Sentí agotarme de la sociedad. No me considero ningún modelo de vida, ni Gandhi, ni la Madre Teresa, ni ningún moralista de blog. Me cuesta creer que las personas a mi alrededor no se detengan un momento a ver desde al lado pero distante y hacer mea culpa de la individualidad.
Hace una semana creí explotar al refugiarme en las paredes adentro de mi hogar. La calle parece una selva: sobrevive el más fuerte utilizando a su paso la energía física y psíquica de otras personas.
Siento que a todo el mundo le chupa un huevo el que tiene al lado si no lo conoce. La gente se maneja en su mundo burbujoso de manera asquerosa. Me dan ganas de gritar y maldecir a los cuatro vientos. Y ahí sí, soy la loca. Qué intolerante!!!!
Situación 1: Transporte público.
Debería empezar contextualizando acerca de la manera en que nos hemos acostumbrado a viajar en los colectivos locales, pero voy a detenerme solamente en las actitudes generosas (ironía para el que no entiende) de los pares compañeros de viajes.
15 personas agarradas del pasamanos. A mi lado, una mujer joven cargada con mochila, libros y abrigo. Se desocupa un asiento en frente suyo y cuando intenta sentarse un hombre grita desde atrás de ella avalanzándose en el asiento y golpeando en su desesperación a esta joven que pretendía aliviar su peso.
A la par de esta observación de las 8 de la mañana, una melodía posmoderna centroamericana sonaba de fondo a niveles alterantes. Lejos de ser un altoparlante, la música venía de la mano de un adolescente. Su celular emanaba una perturbación para el oído de quienes ya teniamos demasiado con los ruidos del motor, el timbre, las bocinas. Una mujer adulta a su lado, no tenía más cara de disconformidad para hacerle saber al muchacho que era muy molesta su manera de publicar sus gustos musicales. Me pregunté qué sucedería si todos en ese colectivo pusiéramos una canción que quisiéramos en ese momento. También recordé que para algo existen los auriculares.
Situación 2: Pasar primero, no importa por qué, pero primero.
Casa de Gobierno. Vallas que dejan un angosto pasillo para que el transeúnte camine en sentido descendente por calle 51. cual embudo, venimos caminando varias personas que hemos sido detenidos unos cuantos minutos por el tránsito abundante a esas horas y nos atascamos en el envallado. ¿Quién pasa primero? Ja! El que se apura, el que empuja, el que se cruza por delante de todos. ¿Cuál es el sentido? Si después ese primero sigue con sus auriculares caminado al ritmo de Led Zeppelín en Stairway to Heaven y es alcanzado por el resto? ¿Qué puta necesidad de golpear y apresurarse? Pasá querido, que en la próxima cuadra te vas a llevar puesta una baldosa y vas a perder el tiempo que ganaste; porque gracias al cielo aún la justicia eólica existe en reemplazo de la humana.
Situación 3: Estanque de auto en interjección 23 y 46
Caminaba con una amiga hacia mi casa. En una esquina, una mujer frena su auto para que pasen los que transitaban por la perpendicular y cuando arranca, no hace tres metros que se le detiene el auto. Enseguida, los impacientes de atrás empiezan con sus bocinas e insultos verbales a hacerse audibles. No había caso, no arrancaba. Pronto encontraron los atascados la manera de esquivar el bulto y seguir su camino. Nosotras queríamos ir a empujar, pero el tránsito tampoco nos dejaba cruzar. Veíamos a esas personas pasar por delante del problema despreocupadas por la cuestión de la mujer. Las pelotudas queríamos empujar su coche aunque tuviéramos las manos ocupadas con cuadernos y esas personas que se veían perjudicadas por el tema, sólo buscaron la forma de saltarlo, sin importar nada: ni la protagonista del problema ni las personas que venían atrás que también podrían haber sufrido alguna alteración. Ahí me imaginé esto de esquivar obstáculos sea lo que sea. La deshumanización, las orejeras nuevamente. Si fuera uno de ellos el que sufre ese inconveniente, ¿qué respuesta pretenderán de la sociedad?
Imagen: http://manuescrito.blogspot.com/