Justo su asiento era el que abre el camino. Ese adelante de todo, arriba, frente al parabrisas.
Recorrió su ciudad viéndola sin nostalgia, pero con destellos de historias en muchas de sus calles. Nunca pensó que su memoria hubiera almacenado al detalle cada situación. Rio cómplice de sus recuerdos y miró al costado. Pensaba en lo que haría en San Juan.
Sabía leer y escribir, manejar computadoras, vender trofeos y televisión satelital, preparar tragos en la barra de los bares, dar en alquiler departamentos, hacer contratos de locación y ser simpática al teléfono. Esa era toda su experiencia laboral en sus poco más dos décadas de vida.
Su condición de mujer, la habilitaban para trabajos domésticos. Los años facultativos le otorgaban aptitud para dar sentido y crítica a algún escrito.
Esas cosas de la vida le habían dado conocimientos no certificados de enfermería.
Algo encontraría en el Valle de la Luna para subsistir.
En su hábitat rutinario era estudiante, RRPP de una banda de Pop/Rock, empleada pública y loca. Pero ya no quería tales etiquetas, no en el nuevo destino.
Aún no pensaba en el regreso. Preferible no imaginarlo.
Por fin llegaron las rutas llenas de vegetación y fauna. Faltaban 14 horas de viaje: muchos sueños y pensamientos.