Los mares, tan sabios. Arrasan y devuelven, a veces grandes perlas, otras, migajas de lo que solía ser un valor. A muchos distraídos algún mar les llevó sus zapatos. A casi todos nosotros nos ha borrado los pasos.
Se llevan pensamientos, lágrimas, deseos, promesas, atardeceres y amores eternos.
Los mares, tan intensos. De la calma a la tempestad en un instante. De la unión a la lejanía en un tramo.
Tan hermosos, tan refrescantes. Curan heridas de un dolor instantáneo.
Mis mares, tan ambivalentes. Los de la infancia que se llevaban mi castillo de arena. Los de la adolescencia que atestiguaban un amor de verano. Los de las huídas con amistades cómplices.
El último, que recibió mis lágrimas. El que vendrá, que guarda una ilusión...