La costumbre del apego a los objetos opera en un modo on de tratar a las personas de acuerdo a su utilidad. Necesito zapatos para caminar, jeans para vestirme, un tenedor para comer y un boludo que me haga un favor. Ahí está el forro de turno para tapar el bache de mi necesidad del día. La parasitosis simbiótica del buenudo y el aprovechador es una combinatoria excelente para este posmodernismo. La ofensa de la imposibilidad de un favor se convierte en una falla de ese otro que pone un stop a la demanda de su amigo. No podés?, ahhh, vos sos un forro!! Noo! El forro sos vos que medís mi amistad por la facilidad que te ofrezco para vivir.
Las relaciones de consumo se basan en la necesidad material, los vínculos requieren necesidad afectiva. Y el mundo no está preparado para eso todavía. Incluso ocupándote del otro todo depende de sus tiempos y ganas. La urgencia cobra un valor relativo nuevamente a la necesidad.
El monólogo ambulante del ¿Cómo estás? reventó mi ira. Dardos de inconvenientes, individualidades, solicitudes… holaa, yo estoy acá también!! Sí, te escucho! Pero cuando terminás tu vómito, por favor quedate y fingí que aunque sea te importa mi insignificancia en este universo y sí, es mucho pedir, pero hacelo mirándome a los ojos, no frente a tu celular.
¿Cuántos sms recibiste en esta semana que contengan exclusivamente saludos? Pocos, ahí en el teléfono abundan reclamos, pedidos, solicitudes, quejas. Hoy no estoy de turno. Ayudé a un ciego a cruzar la calle y cumplí mi buena acción del día.