La observaba cada tanto y me generaba ternura: se refregaba en mis piernas ronroneando, buscando amor.
Cuando nuestra convivencia diaria empezó, rápidamente logró sacarme de mis casillas. Debía dormir afuera con su hijo, lo sabía. Pero se empeñaba en meterse a la casa: entre las piernas, por las ventanas, abriendo el picaporte con el peso de su cuerpo gordote.. cuando lograba colarse tenía un propósito claro: adueñarse de los espacios. Este objetivo se manifestaba de maneras diversas: acostándose frente a la estufa arriba de la colchoneta de Lola, comiéndose su comida o metiéndose entre las frazadas de la cama de Eli. En pocos días decenas de veces la ví caminando con aires de grandeza por la casa sabiendo que estaba en falta, pero como si el espacio fuera sólo suyo.
Un día realmente me indignó. Cociné una ensalada con hamburguesas de pollo. El plato ya estaba servido enfriándose un poco. Me alejé de mi almuerzo para disponer la mesa y al volver estaba ella sobre la mesada con sus bigotes en mi comida. La violencia invadió mi ser, quise golpearla pero me contuve. Bajó de un salto y cayó parada, ronroneó y salió para el fondo. Lola también se indignó: ella meses atrás había aprendido a no comer lo que no le ofrecen.
La miré desde lejos con un odio indescriptible. Yo diariamente le daba su alimento, mimos y el resguardo de Lola. Pero su plan era más furte.
La historia cuenta que "Chancha" antes de tener ese nombre tan vulgar y trillado era el felino estrella de una casa de altos. Su elegancia da cuenta de que en otro tiempo supo ser la destinataria de cientos de halagos y alimentos de los mejores. Durante años dominó los sillones de su familia hasta que una noche el gato vecino le dejó su huella en el vientre. Pocos meses después se multiplicó: ya sus dueños no la veían con los mismos ojos. La semana en la que se mudaron dejaron en la casa un detergente, una esponja, a Chancha y su hijo.
Eli vivía en la casa lindera: su afán por el binestar animal la encomendó a la tarea de alimentar a madre e hijo. Lejos de agradecer la tarea tímidamente, cruzaron la cerca y se mudaron al jardín vecino.Chancha no acepta que no es más la dueña de casa, se resiste a esa resignación. Su interior se debate a duelo entre el amor que quiere emanar y el poder que cree tener.
Hoy cai en su campo de inento de dominio y cree encontrar el momento oportuno para ganar la casa. Eli me lo advirtió: la Chancha planea dominar el mundo.